Había pensado titular este artículo “Haz el amor y no la guerra”, pero visto lo visto, a lo peor, el ministro de defensa me fulmina por incitar a los españolitos a dejar el Ejercito y animarlos a que vayan por la calle, cambiando el fusil por preservativos y bolas chinas, fornicando por las aceras.
También he estado barajando la posibilidad de titularlo “Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver”, pero leído lo leído, a lo peor, los sindicatos de médicos y enfermeras presentan una querella criminal contra este pobre titiritero por empujar a nuestros jóvenes a los brazos de las drogas más dañinas. Seguro que se suma a esa denuncia el director general de Tráfico alegando que no se puede vivir más deprisa de 120 Km/h y pediría mi extradición por animar a correr como cabras locas por esas autovías del demonio. Sólo tendría el apoyo de los maquilladores de cadáveres: dejar un fiambre bonito siempre facilita su trabajo de recomposición estética e inerte.
En algún momento, aunque fugaz, se me pasó por la cabeza encabezar este alegato con la frase “Se lió una gorda”, pero presentía que la Asociación de Obesos y Obesas intentaría empapelarme por ofender a todos aquellos cuyo masa corporal es, definitivamente, una exageración. O “Hagámosles un calvo”. En esta ocasión sería la Corporación de Alopécicos la que pretendería que pasara una buena temporada a la sombra santoñesa del Dueso. Y así, siempre molestando a alguien, uno llega a la conclusión de que aquellos que se la cogen con papel de fumar quieren obligarnos a todos a que nos metamos la libertad de expresión en el cajón más escondido de la habitación más oscura.
Es lo que tiene la libertad de expresión, que a veces no gusta, que a veces molesta, que a veces incomoda.
Nos estamos convirtiendo en una sociedad hipócrita, lacrada en la boca, políticamente correcta hasta hasta extremos inquisitoriales y eufemística hasta el ridículo: por eso España nunca va a la guerra y siempre acude a misiones de paz, como en Libia.
El slogan acuñado por Escorbuto, “Mucha policía poca diversión”, es un axioma para la gente joven. Y todos sabemos que, cuando eres mozo, si la policía entra por la puerta la diversión salta por la ventana. Siempre fue así.
Intentar ver en esa exposición falta de respeto al trabajo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado me resulta, sencillamente, pueril. Por otro lado, aducir que no se puede financiar con dinero público este tipo de trabajos, sería tanto como censurar previamente lo que se puede o no hacer. Y el dinero público es para todos, me guste lo que hagan o no ¿Límites? Un tocho titulado “Código civil y penal”. Recuran a él, ya verán que sentencia tan divertida les devuelven.
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