CON CAPACIDAD DE ENCAJE

ENTRE EL PERICARDIO Y LOS SESOS BUSCANDO SENTIDO COMÚN

miércoles, 19 de enero de 2011

Vaselina

Cada lunes en mi apartamento de Madrid, al sonido de la alarma del despertador de mi móvil, me levanto de la cama con la alegría que da saber que en unas horas, a bordo de un avión que saldrá desde Barajas a la hora que se le ponga de los reactores, vuelvo a Santander, a casa. Ducha de rigor, análisis cotidiano y siempre deprimente delante del espejo, elección de ropa, relleno para la maleta, mi maleta, hacer la cama, revisar que todo está como debe de estar, coger las llaves que siempre me aguardan en la cerradura de la puerta, como un perro pidiendo paseo, vistazo atrás, cerrar, acercarme a la cafetería Monte Nevado, mi cafetería madrileña, dos cortados y una tostada, y un cigarrillo, metro en Chueca hasta la T4 con dos trasbordos, calvario oficial de entrada en el aeropuerto, espera, y coger el avión. Más o menos este es el ritual que cada lunes realizo cadenciosamente en mis viajes repetidos. Pero el lunes día 20, dos llamadas telefónicas rompieron la ceremonia y tuve que prescindir, por falta de tiempo, del desayuno y el consiguiente cigarrillo, el primero del día. No hay problema, pensé, llegaré al aeropuerto y aún me dará tiempo para tomarme seis cortados, comerme nueve tostadas y fumarme quince cigarros en la jaula para fumadores antes de que despegue el avión, como casi siempre. Al llegar al aeropuerto las ganas de fumar apretaban, debe ser que el tabaco engancha, y una vez pasado el control de acceso me dirigí hacia uno de esos cubículos para fumadores. Un ataque de ira, al comprobar que los reductos para chimeneas humanas habían desaparecido doce días antes de que entrara en vigor la nueva ley antitabaco, convirtió mi mono en un gorila de lomo plateado. Fue como cuando se te cae al suelo el último pedazo, el del currusco, del bocadillo más suculento. No lo dudé un momento. Tomé el cortado y desafiando la ley me dirigí al servicio de caballeros a encerrarme en uno de esos habitáculos con retrete. Allí podría cruzar la línea, sentirme como un delincuente, y darle rienda suelta a mi adicción. La sorpresa fue mayúscula. Cuando abrí la puerta de acceso a los servicios, una bofetada de humo, preñada de alquitrán y nicotina, me golpeo en la cara. Todas las estancias individuales del servicio de caballeros estaban ocupadas y una neblina gris perla cubría el techo del wáter. A partir de hoy, 2 de enero, una buena cantidad de españoles pasarán a engordar la lista de delincuentes. ¿Existía algún problema entre fumadores y no fumadores, por ejemplo, en el aeropuerto? Evidentemente no. Si quieren que este año sea más llevadero, compren vaselina y dejen de fumar. Yo compraré vaselina.

3 comentarios:

  1. Vivo enfrente de un colegio y un instituto. El otro día, mientras fumaba un cigarrillo caí en la cuenta de q estaba infringiendo la ley: fumaba a menos de 100 m de un colegio. Desafié la ley, pero el cigarrillo me supo mejor. Será porque llevaba meses sin fumar y porque estaba violando la prohibición de mi pareja y del Estado.
    Será que nos gustan los retos :)

    Un besazo!

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  2. Gran escrito! la verdad es que no había problema. El problema es que la gente no es educada en sí. Hay fumadores que les pides que no te echen el humo porque te molesta y no hacen ni caso y hay no fumadores que pretenden que no les llegue nada de humo pero luego entran en discotecas repletas de humo.
    si quieren que nos igualemos al extranjero, lo primero es tener la conciencia que tienen en el extranjero...

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  3. Los estremos nunca son buenos, y con esta ley hemos pasado de un extremo a otro, cae por su propio peso, regula situaciones realmente absurdas y carentes de sentido....

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